Estarás de acuerdo conmigo que hay un sillón muy elegante, cómodo y hermoso que parece no tener edad, pues a menudo lo podemos encontrar realzando una sala clásica, contemporánea o ecléctica, o en la habitación de un hotel que se preocupa en los detalles, o quizás en un elegante salón de belleza. Me refiero al eterno “bergere”, un clásico de clásicos. Y, ¿en qué momento nace este gran sillón? Es durante el reinado de Luis XV, cuando la vida de la corte se llevaba a cabo en el Palacio de Versalles en Francia, que todo lo que los aristócratas usaban en cuanto a vestuario, joyería, cristalería, porcelanas, pintura y mobiliario trascendía y se difundía a toda la alta sociedad francesa y en especial a la burguesía. período se destaca en el mobiliario de la alta sociedad el sofá “bergere”, cuyo nombre en francés significa “poltrona”. Se trata de un sillón que tiene el respaldo y laterales tapizados o también hechos de cañas y mimbre. Además los marcos de madera que lo conforman están al descubierto. Estos marcos están tallados o moldeados y normalmente pintados de color o con pan de oro. El asiento es muy cómodo, pues es amplio y profundo, y lleva un gran cojín que es desmontable. El bergere no se solía ubicar fijo en la decoración, sino que se transportaba a diferentes ambientes, de acuerdo con la conveniencia del usuario. El “bergere” es un mueble que se perfeccionó durante el reinado de Luis XVI y que a partir de ese momento ha sufrido una serie de modificaciones a través de los años, con el fin de adaptarlo a la decoración actual. A pesar de todo ello, el “bergere” es un mueble clásico de clásicos que no ha perdido su esencia y distinción.
